CUADERNOS DE DERECHO PUBLICO VOLUMEN 7 2019 Página 15
LA NUEVA IZQUIERDA. DE LA UTOPÍA A LA CONCILIACIÓN
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THE “NEW LEFT”. FROM THE UTOPIA TO THE CONCILIATION
Por Ernesto Cordeiro Gavier
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RESUMEN: La herencia actual de la Izquierda moderna procede del Socialismo Democrático y no
del Comunismo ortodoxo, el cual a partir de 1989 se convirtió en pieza de museo. Entonada por las
generaciones actuales a la utopía revolucionaria le llegó la hora de abandonar los dogmas y de promover
una política acorde con las realidades postmodernas. Enfrentada a nuevos retos la Izquierda debe
replantearse si es acertado sustituir la tendencia hacia la igualdad total por el reconocimiento de las
diferencias.
PALABRAS CLAVES: Ideologías Nueva Izquierda Desafíos
ABSTRAC: The current legacy of the modern Left derives from Democratic Socialism and not from
Orthodox Communism, which since 1989 has become a museum piece. Enthused by the current
generations to the revolutionary utopia it was time to abandon the dogmas and to promote a policy in
accordance with the postmodern realities. Faced with new challenges, the Left must rethink whether it
is right to replace the trend towards total equality by recognizing differences.
KEY WORDS: Ideologies - New Left - Challenges
Artículo publicado bajo Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin
Derivar. © Universidad Católica de Córdoba
DOI http://dx.doi.org/10.22529/cdp.2019(7)02
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Artículo recibido el 10 de marzo de 2019 y aprobado para su publicación el 2 de abril de 2019.

Abogado (UCC). Ex Profesor de Derecho titular de Derecho Político de la Facultad de Derecho de la
Universidad Católica de Córdoba. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Derecho Político.
Miembro del Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas Políticas de la Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales de Córdoba.
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A pesar de la caída del muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética, la Izquierda no ha
resignado la lucha por sus ideas. Están lejos los tiempos revolucionarios, superados por este
vigente vértigo postmoderno. No obstante, las doctrinas progresistas en sentido amplio ejercen
una influencia más que notable. En un plano teórico, el objetivo de la Izquierda
contemporánea consiste en establecer un espacio de la filosofía práctica en un doble sentido: el
liberal por vía de Rawls y los contractualistas y el republicano en la línea de Habermas.
Superada la utopía y los viejos dogmas intransigentes la Izquierda recurre a un estilo que
consiste en una idea de la política como manera de estar vigente e incorporar cuestiones
novedosas que antes eran ajenas a la política.
La herencia actual de la Izquierda moderna procede del Socialismo Democrático y no del
Comunismo ortodoxo, el cual a partir de 1989 se convirtió en pieza de museo. Entonada por
las generaciones actuales a la utopía revolucionaria le llegó la hora de abandonar los dogmas y
de promover una política acorde con las realidades postmodernas. En tal sentido, la Izquierda
construye su discurso a partir de un equilibrio complejo entre razón pura y pragmatismo
político. Es el tiempo de los nuevos movimientos sociales y de sectores excluidos cuya primera
reivindicación es ser vistos y oídos ante los demás (minorías sexuales, etnias y culturas y otros
movimientos como el feminismo, el ecologismo y la antiglobalización).
En realidad se defiende una democracia radical que no tiene muy claro los medios ni los fines y
se limita por ahora a constatar los defectos del sistema imperante. Al decir de Avishai Margalit
en La Sociedad Decente 1997 “…aquí se juega la Izquierda su futuro como portadora de
valores dignos de ser defendidos por una sociedad decente, en donde la justicia se conciba
como no humillación a los ciudadanos por parte de las instituciones” Nos dice Giles
Lipovetsky en su obra El Imperio de lo Efímero. La Moda y su Destino en las Sociedades Modernas
Barcelona 1990 “…los males del siglo XX derivan de la existencia y el fracaso de las ideologías
omnicomprensivas y generalizadoras que pretenden tener respuesta para todo”. La lucha por la
revolución universal deja paso a las revueltas específicas, la irrupción de los marginados y de
todos aquellos necesitados del asistencialismo del Estado para sobrevivir. Hundido el
socialismo real, en crisis el Estado de Bienestar y crecido el adversario liberal por auge de la
globalización, la Izquierda necesita una renovación. La antigua Derecha supo renovarse a
tiempo en el terreno económico, las nuevas fórmulas tienen su origen en las políticas actuales
del capitalismo global. Actualmente el desafío consiste en generar riqueza mediante la
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capacidad tecnológica y en la competitividad y la productibilidad como reglas básicas de la
empresa eficiente. De allí se deduce según un análisis común entre la Izquierda, que los
objetivos del capitalismo implican acabar con Estado-Nación y desmantelar el sistema de
bienestar, además de provocar aún sin querer nueva exclusiones.
La Izquierda actual se sigue atribuyendo como patrimonio propio la intransigencia frente a los
abusos del poder como asimismo la lucha por la emancipación del género humano y otros
principios intangibles que sustentaron una teoría ética situada por encima de los intereses
particulares. Tampoco falta la confianza optimista en la condición humana; así consideran la
delincuencia, la ruptura familiar, y el bajo nivel cultural o la miseria moral, como la
consecuencia de una sociedad injusta y en cierto modo derivada de la voluntad de las clases
dirigentes. Por otra parte, la preferencia por el sector público continúa por encima de la pasión
liberal por el mercado y la competencia, aunque no obstante la afinidad no le impide admitir el
fracaso de la experiencia soviética.
Aquí recurrimos a la opinión de Alain Touraine en su obra Un Nuevo Paradigma para Comprender
el Mundo de Hoy Paidós Barcelona 2006 “…El socialismo muerto, nace el postsocialismo y con
él un nuevo paradigma indispensable para comprender el mundo de hoy. En este contexto
aparece un nuevo actor social dispuesto a la resistencia contra las fuerzas que dirigen y
manipulan las conciencias ya sea el Estado, el mercado, la globalización, el pensamiento único
y los grandes medios de comunicación”. La apuesta consiste en buscar a un nuevo sujeto
portador de ciertos principios que ya no interesan a un proletariado industrial acomodado o a
una clase media indiferente. Es la hora de los desocupados, de los “sin techo”, de los
indocumentados, de los indignados y de las minorías culturales. La clave del futuro consiste en
promover un contexto institucional y normativo que aliente las virtudes cívicas frente al
consumismo hedonista que nos inunda.
Enfrentada a nuevos retos la Izquierda debe replantearse si es acertado sustituir la tendencia
hacia la igualdad total por el reconocimiento de las diferencias. En otro tiempo el Socialismo
supo rechazar los medios inaceptables en especial la vía revolucionaria. La clave actual consiste
en reinventar los fines del proyecto político y socio económico en función de los cambios
sociales irreversibles, manteniendo vigente una base ética que pretenda corregir las injusticias.
En este siglo XXI la Izquierda tendrá que optar entre el reformismo inteligente o ilusiones sin
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sentido, tal decisión tendrá consecuencias muy importantes para la vigencia plena de una
sociedad democrática.
PROPUESTAS ANTE LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
No caben dudas con respecto a la vigencia del Estado de Bienestar en la teoría política a partir
de la Segunda Guerra Mundial. Constituyó de algún modo la síntesis del pensamiento
económico (keinesianos), jurídico (derechos sociales y culturales) y sociológico (interacción
entre Estado y Sociedad). Representó el punto de encuentro entre las derechas y las izquierdas
heridas por la guerra. Así el pacto social liberal o consenso social demócrata exigió concesiones
por parte del liberalismo de derecha desplazado por un fuerte contenido de las corrientes
sociales. No obstante, posteriormente, el panorama se complica ante el descontrol del gasto
público, crisis fiscal, conflictos sindicales y desempleo. Aparecen las críticas tales como el
Estado benefactor no sólo resulta caro e ineficiente sino que fomenta el despilfarro, la
mentalidad burocrática y la pérdida del sentido de responsabilidad. Se plantea la lucha
ideológica contra una derecha que presenta imágenes contrapuestas: por una parte, el éxito de
las medidas neoliberales en beneficio de las clases medias, y por la otra, el fracaso en la
integración de los sectores excluidos, como asimismo la pérdida de calidad de los servicios
públicos.
El actual desafío es que la economía globalizada exige alguna respuesta del socialismo
tradicional.
Entre las propuestas encontramos una complaciente imagen del modelo liberal prodigando el
juego de libre mercado en el cual aparecen grupos competitivos y ajenos al régimen de
monopolio y control del Estado. En los años setenta un autor Philip Schmitter en su obra Still
the Century of Corporatism lanzó la teoría neocorporatista criticando a las corrientes neoliberales,
así expresó…”Las organizaciones de intereses tienden a institucionalizarse, actúan en forma de
oligopolio, excluyen a los eventuales competidores y dependen del control no siempre eficaz
de los poderes públicos”. Otro autor Poliet Palá en su obra Corporalismo y Neocorporatismo nos
dice “…El corporatismo constituye una terapia ante la crisis del Estado de Bienestar”. De allí
surge una vinculación entre este enfoque y una nueva ideología social demócrata que intenta
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modernizar sus mensajes a través de la concertación social y la socialización del Estado frente
al adversario neoliberal. No obstante, en la práctica, los organismos públicos concebidos a tal
fin (consejos económicos y sociales), actúan como centros de estudio y foros de debate,
mientras que las negociaciones tienen lugar con reserva y secretismo inherente al proceso de
toma de decisiones.
Nuevas fórmulas protagonizan un reencuentro entre liberales y socialistas, algo muy grato al
pensamiento anglosajón especialmente británico traducido en más responsabilidad individual y
menos justicia social, límites a la expansión excesiva del Estado y del gasto público, prioridad
para la seguridad ciudadana y remodelación del sistema de servicios sociales. En definitiva, un
Estado de Bienestar moderno y activo, adaptado a la sociedad de conocimiento y a la
economía del sector servicios. Dos autores le dieron su condimento político: Tony Blair (La
Tercera Vía) con el calificativo de izquierda de centro, por su parte Anthony Giddens (La
Tercera Vía) le llama el centro radical o el único socialismo en tiempos de la globalización.
Obviamente que están lejos los tiempos de la vigencia del Estado de Bienestar cuyos teóricos
resaltan hoy en día las diferencias determinantes, crecen las desigualdades, tenemos hogares
muy frágiles, y aumenta hasta límites intolerables el efecto de la marginación, se advierte el
fenómeno de las mujeres jefas de hogar y de jóvenes desocupados atrapados por la droga y la
delincuencia. El gran desafío es cómo hacer para que este socialismo postmoderno pueda
adaptarse al espíritu del nuevo capitalismo.
LA RESPUESTA DE RAWLS (El Nuevo Pacto Liberal Social)
La lebre obra de John Rawls Teoría de la Justicia. Frente a la ciencia política rigurosamente
empírica, Rawls recupera el debate sobre “el deber ser y la sustancia del problema moral”. No
falta en el debate de Rawls la discrepancia ideológica; la izquierda le reprocha su aceptación a
las desigualdades sociales y la derecha no acepta el protagonismo excesivo que otorga al
Estado. En realidad Rawls es liberal en el sentido norteamericano, o sea, un social demócrata
en términos europeos, lejos de los radicales izquierdistas y de los neoliberales o los
neoconservadores. Teoría de la Justicia trata en esencia de la respuesta, si bien parcial, que ofrece
el autor a la irrupción de las identidades grupales en el escenario del individualismo liberal,
constituye una nueva doctrina del contrato social resaltando la justicia como equidad y
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sociedad bien ordenada. En el fondo, es la búsqueda de la justicia en forma de imperativo en
un razonamiento de tendencias utilitarias hacia el beneficio, el interés o la racionalidad
instrumental. Toda teoría contractualista tiene su fundamento en un hipotético estado de
naturaleza. El hombre sin atributos constituye el núcleo de la antropología de Rawls. Los
hombres son formalmente libres e iguales, poseen una concepción del bien y un sentido de la
justicia, están liberados de la envidia, la vanidad o la avaricia, e ignoran sus facultades naturales,
status social, raza, religión, cultura y generación a la que pertenecen. Los párrafos de Rawls
sobre esta posición original del hombre nos llevan a una referencia equiparable a Hobbs (El
Estado de Naturaleza) y a Rousseau (El Hombre que nace libre y posteriormente es
encadenado). El propio Rawls lo expresa “…Las partes no conocen ciertos tipos de hechos
determinados. Ante todo, nadie conoce su lugar en la sociedad, su posición o clase social.
Tampoco sabe cuál será su suerte en la distribución de talentos y capacidades naturales, su
inteligencia y su fuerza. Igualmente no conoce su propia concepción del bien ni los detalles de
su plan racional de vida, ni siquiera los rasgos particulares de su propia psicología, tales como
su aversión al riesgo o su tendencia al optimismo o al pesimismo. Más todavía, supone que las
partes no conocen las circunstancias particulares de su propia sociedad. Esto significa que no
conocen su situación política o económica ni el nivel de cultura y civilización que han sido
capaces de alcanzar. Las personas en la posición original no tienen ninguna información
respecto a qué generación pertenecenAsimismo afirma “que conocen que su sociedad está
sujeta a las circunstancias de la justicia, esto es, todos los hechos generales acerca de la
sociedad humana, entienden las cuestiones políticas y los principios de teoría económica, las
bases de la organización social y las leyes de la psicología humana, esto es, todos los hechos
generales que afectan a la elección de los principios de justicia”.
Estos principios de justicia son producto de una concepción general, todos los bienes, libertad,
oportunidades, ingresos y riqueza, se distribuirán por igual, a menos que una distribución
desigual sea ventajosa para los menos favorecidos. El primer principio refiere a la distribución
de la libertad, o sea, toda persona tiene el mismo derecho al más extenso sistema de libertades
básicas, iguales y compatibles con un similar sistema de libertades para todos. El segundo
principio refiere a la igualdad en su doble proyección; desigualdades dirigidas hacia el mayor
beneficio de los menos aventajados, ello vinculado a una equitativa igualdad de oportunidades.
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Rawls mantiene una posición bipolar respecto a la teoría liberal genuina. Es liberal el carácter
inviolable de la persona humana frente a las consideraciones abstractas sobre el interés general.
El núcleo del debate se centra en cuanto a que las libertades básicas no son renunciables en
virtud de consideraciones socioeconómicas. Ahora bien, este punto de vista aparece como
contradictorio en su apelación a compensar a los menos favorecidos, lo cual implica
necesariamente la intervención del poder público. Por otra parte, Rawls desde su óptica apela a
las sociedades dotadas de un cierto nivel de civilización. Dicho de otro modo, concibe la vida
buena en el marco de la cultura occidental y de su tradición política, exigiendo a los demás en
nombre del universalismo que asuman un conjunto normativo para algunos ciudadanos
extraño. Las críticas más extendidas al profesor de Harvard se sustentan en primer término a
que su sistema se mueve en un marco abstracto en donde falta un verdadero debate y
deliberación. En segundo término, se critica el punto de partida que refiere a un ser imaginario,
el individuo racional y cooperativo, en relación de libertad e igualdad con los demás, sin
envidias, rencores ni afectos, pero tal individuo no existe. De este modo, el consenso básico
que permita elegir de manera imparcial y desinteresada, es producto de un modelo social y
económico que no es propio de las sociedades contemporáneas. Como ya lo planteamos, el
principio de justicia distributiva de Rawls exige un fuerte intervencionismo del Estado con
múltiples gastos de subvenciones e impuestos progresivos. En definitiva, asume que el Estado
fomente virtudes cívicas, aunque nunca debe imponer ideologías omnicomprensivas. En
términos políticos la propuesta de Rawls culmina en una estricta separación entre Estado y
mercado, frente al ajuste de intereses particulares, la legislación ideal no busca ventajas sino
justicia, porque representantes y representados se sitúan más allá del egoísmo en el terreno de
un altruismo inteligente.
LA SEGUNDA RESPUESTA. LA PARTICIPACIÓN CÍVICA
Esta respuesta es una alternativa a Rawls, entre los teóricos de la Izquierda que adapta su
mensaje a la crisis del modelo marxista y del Estado social, ponen su acento en las virtudes
cívicas, sociedad civil republicana, ciudadanía activa, lucha contra la dominación. Algunas
críticas hablan de republicanismo débil e incluso revisionista, no obstante, busca recuperar la
idea del hombre como “animal político”, al amparo de una poderosa tradición del pensamiento
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político desde Aristóteles. La base nos remite a la “polis”, la comunidad que permanece unida
por afecto cívico o trato íntimo entre sus miembros. En ella encuentra el hombre la plenitud
de su ser. El diálogo, el debate racional y libre sobre los asuntos públicos, configura la actividad
cotidiana del ciudadano que ejerce la libertad de los antiguos con su participación en la vida de
la ciudad. La virtud vica es su seña de identidad porque la “polis” es exigente para sus
miembros, deben dar prioridad a la comunidad cívica sobre el interés privado. La tradición
republicana en su origen se apartó de la democracia porque durante largo tiempo la república
fue equiparada a gobierno aristocrático. Sólo el triunfo de la democracia liberal y del régimen
representativo permitió la reconciliación entre republicanos en sus dos versiones: radical o
popular.
LA TESIS DE HANNAH ARENDT
Esta autora cree de verdad en la virtud cívica al modo clásico, derivada de una concepción
sobre el ser del hombre y reconocida en la fuerza de la Revolución Americana con su sólido
fundamento en la filosofía de las luces. Una acción reflexiva que engendra el espacio público
donde concurren los individuos libres para discutir y decidir. Arendt configura el perfil del
ciudadano perfecto, dispuesto a convencer y a ser convencido a través del diálogo de la
búsqueda de la verdad, mediante la discusión en el ágora. La comunidad política es sobre todo
una comunidad de participación. El poder pertenece a la comunidad y no es un artefacto al
servicio de su titular. Surge del pueblo y permanece en él, de lo contrario se convierte en
violencia, coerción y manipulación. A veces es conciente de la distancia infinita que separa al
gran político de su concepción del buen ciudadano, dispuesto a discutir con sus iguales sobre
los asuntos públicos cotidianos. Nos dice “…La representación no funciona, está plagada de
lagunas, vacíos e insuficiencias. Frente al sistema liberal no debe existir separación entre
libertad y poder. Así poder significa actuar de común acuerdo y procede del grupo que
permanece unido. Libertad implica la participación en el gobierno, de lo contrario no significa
nada. El fracaso de la Revolución Francesa deriva del principio representativo, la gran mayoría
siguió excluida del espacio público y carece de un lugar apropiado donde expresarse, discutir y
decidir. La libertad es una conquista que depende de la acción humana y sólo alcanza su
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sentido en el espacio común de la convivencia. La política al modo griego hace a los hombres
libres. El régimen representativo carga con casi todas las culpas.
Arendt dice “…En referencia al sistema representativo está hoy en crisis, en parte porque
perdió por el paso del tiempo la praxis que permitía la participación de los ciudadanos y en
parte porque actualmente padece de la misma patología que los partidos políticos.
Burocratización y tendencia a un bipartidismo que no representa a nadie más que a la
maquinaria del partido”.
Pensamos que, si bien su mayor anhelo serían las repúblicas espontáneas a modo de consejos
revolucionarios, sin adoptar un ejemplo concreto de tales consejos, acudiendo lo mismo a la
Comuna de París que a los Soviets primitivos. Su esfuerzo se centra en demostrar los límites de
la representación y la exaltación de la democracia deliberativa.
LA NUEVA IZQUIERDA REPUBLICANA
Esta nueva Izquierda pretende responder al Liberalismo en su propio terreno, es decir en el
concepto mismo de la libertad, para constituirse en una alternativa fundada en la mayor calidad
moral frente al egoísmo de la política de interés. Esta democracia republicana exige
participación directa y deliberación permanente. En sentido estricto, rechaza los límites de la
voluntad operante del demos, o sea, los principios intangibles protegidos en sede
constitucional a través de fórmulas de extrema rigidez para su reforma, o con sistemas de
justicia constitucional que actúan como contra poderes frente a las mayorías coyunturales.
Existe en el fondo la eterna disputa entre positivismo y jus naturalismo, la ley como voluntad
del legislador y la ley sometida al dictado de la razón pública. En última instancia es ésta una
postura conectada con el derecho natural a la vieja usanza. El republicanismo, en síntesis,
recupera con renovados esfuerzos conceptuales algunas señas de identidad de la Izquierda de
siempre y considera a la Derecha responsable de los males endémicos de las democracias
reales.
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LA NUEVA IZQUIERDA Y LOS NUEVOS ACTORES
La nueva Izquierda que intenta reacomodarse en el mundo post moderno globalizado, no
renuncia su espíritu de lucha, en cuanto al apoyo a los movimientos sociales que pregonan la
vigencia de la justicia material. Las democracias formales, aunque se imaginen deliberativas e
inclusivas, no son suficientes. Frente al estado social tradicional el objetivo actual es potenciar
los derechos de las minorías, la cultura de la paz, la condición femenina y el medio ambiente,
con avances y retrocesos. Hace ya varios años que el socialismo post moderno pregona el
advenimiento de una nueva dimensión de la Izquierda que pretende atender las demandas de
los perdedores.
Es cierto que el ecologismo como el feminismo, pacifismo, anti globalización, ha sido y en
parte sigue siendo la expresión de una política radicalizada, algunas veces con la pretensión de
desbordar por la Izquierda al Socialismo, otra con la de abrir nuevas corrientes al progresismo
que se identifica con la idea de progreso social en contra de la lógica burguesa de acumulación
capitalista, en cuyo caso el objetivo consiste en eliminar o al menos limitar dicho proceso
acumulativo, al que en opinión de Laclau y Mouffe (Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia la
Radicalización de la Democracia) “…adjudica la crisis ecológica, la desigualdad norte sur y otros
fenómenos de explotación, son ajenos a la lucha de clases domesticadas por el Estado social”.
Es así que para quienes no están dispuestos a reducir el socialismo a ideología de clave
marxista, es evidente que la lucha por la naturaleza, la cultura del trabajo y la calidad de vida,
forman parte de las ilusiones en el mejor sentido que plantea ahora una Izquierda necesitada de
nuevas banderas. Tendremos que distinguir entre ecología y algunas posturas radicales que
pretenden situar al ecologismo como centro y eje de una revolución social y cultural por
delante de la democracia constitucional, lo que los convertiría en un extremismo fuera del
sistema político. El mérito principal del ecologismo militante es haber situado determinados
temas en la agenda de la política internacional, ya sea el cambio climático, el agujero de la capa
de ozono, el efecto invernadero, el calentamiento del planeta, la deforestación, los residuos
tóxicos, el agotamiento de los recursos no renovables y la contaminación atmosférica en
general. Así las cumbres del medio ambientalismo desde Estocolmo a Río de Janeiro y
protocolos de Kyoto representan un avance notable hacia el logro de una política sensata de
protección del medio ambiente, pero alejados de cualquier expectativa revolucionaria.
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El concepto “de desarrollo sostenible” es ya incorporado a la teoría política exaltando
principios de tono comunitarista como los derechos de las generaciones futuras. Diferente es la
retórica anti globalización que incluye la esencia de los movimientos anti sistema y que de
algún modo incorpora también perspectivas de corte ecológico pero que no constituyen
elementos centrales del mensaje. Han surgido algunas críticas a la postura ecologista ante la
comparación de éstas con la afición de los totalitarismos por la vida sana, al aire libre y por la
inclinación de algunos conservadores ante las sociedades agrarias tradicionales demolidas por el
espíritu burgués que acompañó el proceso de industrialización. Si bien las ideologías post
modernas no consiguen ser del todo coherentes, cierto rigor científico exige situar al
ecologismo político en el ámbito genérico de la Izquierda moderna. Prima una perspectiva
comunitarista acompañada del humanismo tradicional y respeto debido a las generaciones
futuras, como antítesis de un individualismo reducido, insolidario y egoísta. Estas ideas
atractivas y propósitos dignos de una seria discusión intelectual pueden derivar en un rechazo
social en la medida que los referidos grupos pacifistas y anti globalización persistan en actuar
en las márgenes del sistema.
El feminismo
El Estado social condujo a mitigar las desigualdades por vía de paridades establecidas
coactivamente por la ley. Pero no faltaron las razonables críticas liberales hacia una
discriminación que tiene aspectos de cierto paternalismo y reduce la promoción de los mejores
para ocupar cargos y funciones de relevancia política, económica y cultural con independencia
de su sexo. El feminismo nació con la Ilustración y el Estado de Derecho el cual incorporó los
valores de la libertad e igualdad que inspiraron a las constituciones para encausar conflictos
muchas veces llenos de prejuicios y odiosas discriminaciones.
Sin embargo, en el mundo post moderno aparecen posturas radicales que construyen un
universo simbólico femenino, fundado en valores alternativos a los de la visión masculina del
mundo, exaltando una competencia malsana y no exenta de violencia. Este feminismo
radicalizado se ha visto impugnado por la propia realidad universal en la cual el
multicuturalismo pone en riesgo la posición de la mujer fundada en los valores ilustrados sobre
otras expresiones de culturas comunitarias mucho menos proclives que la occidental al
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reconocimiento de los derechos de la mujer y que constituyen en algunos casos una
discriminación intolerable.
CONCLUSIÓN
La Izquierda ha recorrido un largo camino en la historia del pensamiento político, insufló la
teoría de múltiples tópicos, enfoques y tendencias, concibió la utopía del igualitarismo
radicalizado, el gobierno de soviets y desde la antropología la concepción del hombre nuevo.
Lejos están los tiempos del stalinismo soviético y de otras prácticas genocidas, no obstante,
todavía subsisten las visiones extremistas atrapados en la red ideológica tejida ya durante siglos.
Así critican la democracia actual en nombre de la democracia verdadera, la globalización
neoliberal en nombre de la convivencia entre los pueblos y la violencia sin justicia en nombre
de la misma justicia. En estas nuevas realidades advertimos que las generaciones maduras han
entenado la utopía revolucionaria, no obstante ante la crisis del Estado providencia y ante el
adversario liberal por el auge de la globalización, la Izquierda necesita una renovación, sin
renunciar a sus conceptos sobre la libertad, dignidad e igualdad del nero humano, deberá
reconocer que con todos sus defectos el Estado constitucional es la fórmula menos injusta
para la convivencia política de la sociedad.
BIBLIGRAFÍA
Margalit Avishai “La Socidad Decente”. Paidós Barcelona 1997
Lipovetsky Gilles El Imperio de lo Efémero. La Moda y su Destino en las Sociedades Modernas”.
Anagrama Barcelona 1990
Touraine Alain “Un Nuevo Paradigma para Comprender el Mundo de Hoy”. Paidós Barcelona 2006
Schmitter Philip “Still The Century of Corporatism”. Review of Polities. 1974
Blair Tony “La Tercera Vía” El País. Aguilar Madrid 1998
Rawls John “Teoría de la Justicia” Fondo de Cultura Económica Méjico 1979
Arendt Hanna “Human Condition” University of Chicago Press 1968
Laclau E. y Mouffe C Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia la Radicalización de la Democracia”
Siglo XXI Madrid 1987
Haberlas J. “Problemas de Legitimidad en el Capitalismo Tardío” Amorrortu Buenos Aires 1975