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LOS DESAFÍOS INSTITUCIONALES DE LA
DEMOCRACIA POSTMODERNA
1
INSTITUTIONAL CHALLENGES OF POSTMODERN
DEMOCRACY
POR ERNESTO CORDEIRO GAVIER *
Resumen
Vivimos la situación paradójica en la que la aparente fortaleza de la democra-
cia consolidada contrasta con la debilidad interna de la misma. Estimamos de
vital importancia dar respuesta al desfasaje actualmente vigente. Entre las nue-
vas realidades sociales y el viejo orden político. Pareciera que actualmente se
está manipulando el funcionamiento de antiguas instituciones y estructuras que
poco tienen que ver con lo que corresponde a una democracia sustancial. Pero
tampoco promover la sustitución de los males del pluralismo del estado de dere-
cho y el sistema de partidos por los defectos de la Democracia directa lo que
constituiría un camino erróneo. Los amantes de la libertad política debemos
contemplar con prudencia aquellas propuestas no siempre bien intencionadas y
que tienden a sustituir el estado de derecho por otro tipo de estado plebiscitario
y autoritario.
Palabras Clave: Democracia representativa – Instituciones – Gobernabilidad
1
Artículo recibido el 3 de marzo de 2016 y aprobado para su publicación el 19 de julio
de 2016.
* Abogado (UCC). Profesor de Titular de Derecho Político de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Córdoba. Miembro de la Asociación Nacional
de Profesores de Derecho Político. Miembro del Instituto de Historia del Derecho y de las Ideas
Políticas de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
14
2
GARCÍA GUITIÁN, Elena. “El Significado de la Representación Política”. Revista de
la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid N° 8. Año 2004.
Abstract
We live the paradoxical situation in which consolidated the apparent strength of
democracy contrasts with the internal weakness of it. We consider it vitally
important to respond to the phase shift currently in effect. Among the new social
realities and the old political order. It seems that is currently handling the
operation of old institutions and structures that have little to do with what
corresponds to a substantial democracy. But also promote the substitution of the
evils of pluralism the rule of law and the party system by the shortcomings of
direct democracy which would be a wrong path. Lovers of political freedom must
contemplate not always wisely those well-intentioned proposals and tend to
replace the rule of law by other plebiscitary and authoritarian.
Keywords: Representative democracy – Institutions – Governance
1. Democracia y nuestro tiempo
Podemos afirmar que la Democracia es la única forma legítima de go-
bierno en nuestro tiempo, con sus logros y fracasos. La Democracia ha conse-
guido elevarse sobre la no siempre clara discusión entre ideologías. No pode-
mos concebirla como reflejo de un punto de vista parcial comparable con el
Liberalismo, el Socialismo o el Nacionalismo. No obstante aunque preferiría
dejar atrás su origen polémico, la Democracia comparte con los demás con-
ceptos la ambigüedad inherente al lenguaje político. ¿Quién es el demos?
¿Qué derecho conservan las minorías? ¿En dónde se encuentran los límites
en el ejercicio del Poder? En la bibliografía al respecto se advierte la gran ri-
queza de enfoques, matices y perspectivas, en las que las opiniones pecan
siempre de subjetivismo y en último término de arbitrariedad.
La eterna pregunta sobre la esencia de la Democracia, dificulta una res-
puesta convincente, más allá de los principios, sobre el gobierno del pueblo,
la regla de las mayorías o la participación en los asuntos públicos.
Se ha dicho que “el tiempo de la Democracia como única forma de go-
bierno legítimo ha ido de la mano de la multiplicación de las formas de en-
tenderla”
2
.
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
15
Es difícil cerrar el debate mediante una fórmula incontestable, lo que ad-
vertimos es que la Democracia del siglo XXI afronta con los mismos medios
de siempre las nuevas realidades, así tales como el sufragio universal, los par-
tidos políticos, la libertad de expresión, la influencia determinante de los me-
dios de comunicación en la sociedad de masas, la presión de la opinión públi-
ca y con aquellas democracias aparentes que pretenden cumplir las formas,
sin establecer un régimen de respeto a los derechos y libertades. Se distingue
asimismo entre democracias formales y materiales, fórmula hipócrita esta úl-
tima para encubrir tiranías de partido. La cuestión central del debate en la ac-
tualidad es la distancia creciente que separa a la clase política de la sociedad
civil. Algunos la exageran, no siempre con buena intención, pero es cierto
que la representación en su forma clásica no es la única vía posible.
La Democracia directa mantiene todavía su atractivo teórico, en la ac-
tualidad se habla de redes participativas, consejos comunales, jurados ciuda-
danos y otras experiencias análogas. La experiencia de la Democracia parti-
cipativa local se extiende a muchas ciudades europeas y americanas. Se
regula la iniciativa legislativa popular, fórmula compleja para poner en mar-
cha el procedimiento parlamentario, mayormente controlado por el acuerdo
de los grupos políticos. El referéndum, como expresión suprema del poder
del pueblo titular de la soberanía, significativo en los casos de Francia y
Holanda ante la negativa de la gente en relación al proyecto de constitución
europea, provocando la parálisis del aparato político tecnocrático. Por otra
parte la explosión de las nuevas tecnologías, democracia digital, expresión
que nos presenta un futuro imprevisible. La red influye ya en el desarrollo de
las campañas electorales mediante las páginas web de partidos y candidatos.
La proliferación de blogs y las convocatorias a grandes manifestaciones y
concentraciones en lugares emblemáticos. De tal modo no cabe ya ignorar
una realidad que ha venido para quedarse en nombre de una supuesta pureza
metodológica que oculta la resistencia al cambio.
Es cierto no obstante que la representación se impone desde el tiempo
de las revoluciones francesa y norteamericana y que la soberanía popular
ocupa el lugar preferente de la moderna retórica constitucional. Sin embargo
el incipiente intervencionismo del Estado y las crisis del siglo XX han roto en
parte las reglas de juego. Así es que elecciones y sistema legislativo padecen
el mal de los partidos dominantes. Los autores ya clásicos acusaron dicho im-
pacto como Robert Michels y la doctrina de las oligarquías, o Gaetano Mos-
ca y sus reflexiones críticas sobre la clase política.
Podemos afirmar que las normas jurídicas siguen ancladas en el siglo
XIX, pero la obediencia al partido se convierte en práctica corriente e indis-
cutible. Sin embargo como expresaba Kelsen, “solo la hipocresía puede justi-
ficar la existencia de una democracia sin partidos”
3
. Debemos distinguir cui-
Ernesto Cordeiro Gavier
16
3
KELSEN, Hans. Esencia y Valor de la Democracia. Editora Nacional de Méjico, 1942.
4
ORTEGA Y GASSET, José. “Liberalismo y Democracia”. El Espectador Revista de
Occidente. Madrid, 1926.
5
DAHL, Robert. Democracy and its Critics. Yale University Press, 1989.
dadosamente aquello que proponen de buena fe las reformas a fines de mejo-
rar el sistema, de otros que aprovechan la coyuntura para recuperar antiguas
formas populistas y autoritarias. Nos dice Ortega y Gasset en Liberalismo y
Democracia... la democracia responde a esta pregunta ¿Quién debe ejercer el
poder público? la respuesta es: el ejercicio del poder público corresponde a
la colectividad de ciudadanos. Pero en esta pregunta no se habla de qué ex-
tensión debe tener el poder público, se trata solo de determinar el sujeto a
quien el mando compete”
4
. La Democracia liberal en cambio responde a otra
pregunta, ejerza quien quiera el poder público, ¿Cuáles deben ser los límites
de éste? La respuesta es: ejérzalo un autócrata o el pueblo, no puede ser abso-
luto, toda vez que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del
Estado.
Esto refleja la antigua polémica entre democracia liberal y democracia
radical o popular. La primera deriva de la teoría de la Constitución como lí-
mite del poder, la segunda rompe con sus orígenes liberales y proclama la
teoría “elitista”. Así en la concepción de Robert Dahl en Democracy and its
Crities (...) la Democracia se manifiesta como poliarquía es decir como lu-
cha competitiva entre élites plurales, cuya propia diversidad genera un siste-
ma de equilibrios y contrapesos”
5
. De este modo no se habla de una forma de
vida o utopía deseable, se conforma con elegir a las élites por un procedi-
miento adecuado combinando la calidad de los mejores con la cantidad que
aporta el mayor número. En todo caso describe una forma de actuar, pero no
de ser, en las democracias establecidas, toda vez que los politicólogos norte-
americanos se mueven en un contexto delimitado por las sociedades desarro-
lladas que cuentan con un consenso cultural básico, es decir acuerdo sobre la
legitimidad de las instituciones y la eficacia del sistema, confianza recíproca
entre los actores y preferencia por la negociación y la cooperación como me-
dios para encausar el conflicto competitivo.
2. Sobre la democracia deliberativa la opinión de Habermas
Este autor destaca el principio de legitimidad, mediante una versión mo-
derna de la fórmula griega de la política como diálogo, esto es como discu-
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
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6
HABERMAS, Jurgen. Problemas de Legitimidad en el Capitalismo Tardío. Editorial
Amorrortu. Buenos Aires, 1975.
7
CAMPBELL, Tom. La Justicia .Los Principales Debates Contemporáneos. Editorial
Gedisa. Barcelona, 2002.
sión racional y libre de los asuntos públicos que conduce a una verdad transi-
toria y susceptible de revisión ulterior. Ello a pesar de que en el contexto del
Estado democrático contemporáneo, ni la selección de élites, ni el debate par-
lamentario, ni la incidencia pasional de los medios de comunicación ofrecen
el ambiente más propicio para este diálogo más académico que político. Nos
dice Habermas... “se trata de establecer un espacio público para la comunica-
ción y ulterior acuerdo entre ciudadanos libres e iguales como fuente de legi-
timación del Estado que corresponde a la sociedad del capitalismo tardío”
6
.
La democracia es procedimiento pero no vale cualquier manera de adop-
tar decisiones sino que es necesario instrumentar el procedimiento justo, pre-
vio el cumplimiento de un requisito básico, las interacciones sociales en una
situación de diálogo que implica condiciones de libertad e igualdad, y exige
al menos una lengua común para el debate. Nos dice Campbell en su obra La
justicia los principales debates contemporáneos (...) “el modelo de Habermas
de Democracia deliberativa, consiste en un procedimiento que establece prin-
cipios legítimos para gobernar en nombre de la justicia prometiendo así una
atractiva combinación de tradiciones liberales y comunitarias”
7
.
3. Los pilares institucionales de la democracia
La Democracia constitucional sufre las consecuencias de los tiempos
postmodernos en tanto que la teoría política formal debate en el ámbito aca-
démico a la Democracia participativa y deliberativa. Los medios abren el
cauce a las pasiones alentando adhesiones y fobias personales. La opinión
pública se convierte en el gran jurado mediático, que inicia procesos y dicta
sentencias sin ninguna garantía para los imputados. El populismo renuncia al
debate de ideas suplantadas por falacias y ficciones en defensa de intereses
que son particulares, corporativos o de grupos que interfieren en el juego le-
gítimo de la dialéctica entre lo público y lo privado. Proliferan las críticas ha-
cia la representación política y su proyección en las instituciones legislativas,
con diversos argumentos retorna el eterno debate sobre las formas de gobier-
no. Es así que para trazar un panorama de la Democracia contemporánea de-
bemos examinar las formas presidencialistas y parlamentarias en su actual
Ernesto Cordeiro Gavier
18
8
SCHLESINGER, Arthur. Los Ciclos de la Historia Americana. Editorial Alianza. Ma-
drid, 1988.
crisis. Como ya lo expresamos, la Democracia ha ganado la batalla de las
ideas en el terreno de la legitimidad pero no obstante surge el debate en torno
a la relación entre democracia y libertad. Asimismo se advierte que renace la
tendencia a las formas inclusivas y deliberativas de la polis griega, con plena
reivindicación de aquella Democracia tal vez idealizada.
En nuestra opinión, la problemática de la ciencia política moderna se
centra en dos conceptos: la forma política y las formas de gobierno. Sabemos
que al hablar de formas políticas nos referimos a las grandes unidades históri-
cas que definen un periodo de la civilización, tales como la polis griega, la
civitas romana, las formas localistas del medioevo y desde el Renacimiento el
Estado moderno. La forma política de nuestros días es sin lugar a dudas el
Estado, aún en plena crisis de identidad pero todavía vivo y enérgico a pesar
de cierta tendencias que invocan su pronta desaparición ante el auge de las
grandes entidades regionales o supraestatales.
En cuanto al estudio sobre las formas de gobierno nos dice un autor
Schlesinger en su obra Los Ciclos en la Historia Americana “(...) cabe mante-
ner que en la democracia mediática de nuestros días sólo sobreviven los siste-
mas capaces de adaptarse al cesarismo plebiscitario, felizmente temporal y
pluralista que se impone por todas partes siempre sobre la base de que la opi-
nión pública cambia periódicamente sus preferencias, tanto por factores obje-
tivos como por influencia de un componente psicológico y que puede resu-
mirse en el binomio “ilusión vs decepción”
8
.
4. Democracia y legislativo
La historia del régimen parlamentario genéricamente considerado es lar-
ga y no siempre lineal. El sistema ha sabido integrar todas las formas de su-
fragio, desde el censitario más restringido hasta el universal más extensivo. El
Legislativo ha sido capaz de configurar su estructura y funcionamiento al rit-
mo que marca la necesidad política. Así el pleno va dejando el trabajo arduo
a comisiones. Los representantes procuran moverse en un difícil equilibrio
entre el deber convencional de neutralidad y la maquinaria implacable de los
partidos. Los grupos parlamentarios mayoritarios dominan y dejan en segun-
do plano al independiente, el mandato del partido ha ganado la batalla políti-
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
19
9
RAMÍREZ, Manuel. Siete Lecciones y una Conclusión sobre la Democracia Estable-
cida. Editorial Trotta, Madrid, 2006.
ca. El sistema ha sabido captar el juego de poderes que corresponde a la de-
mocracia mediática, así una parte esencial de la política, conecta con la apa-
riencia más que con la esencia y que el objeto del discurso es la persuasión
del oyente, el error y la verdad son indiferentes, la imagen lo es todo.
Se habla hoy de la presidencialización de la política. El gobierno sigue
apareciendo normativamente como poder subordinado, sin embargo el Ejecu-
tivo es el poder activo y la causa más importante es la quiebra del Estado li-
beral abstencionista. En tal contexto exige una imagen personal directa y sim-
plificada del líder. Años atrás un político como León Blum, a partir de su
propia experiencia gubernamental expresaba que cuanto más numerosa sea la
masa de ciudadanos más se inclinará en confiar en el Ejecutivo y sobretodo
en su máximo dirigente.
Se afirma actualmente que los Legislativos han quedado anclados en el
siglo XIX, en realidad sufrió su gran crisis con la desaparición del estado de
derecho liberal burgués, pero en nuestros días con sus defectos y sus virtudes,
es el único posible en estos tiempos propicios a los autoritarismos. La Cáma-
ras debieron asumir el proceso de adaptación porque de lo contrario las críti-
cas generalizadas no todas con buena intención pueden dañar el principio de
legitimidad democrática. Es tarea de la teoría política moderna analizar las
vías de adaptación del modelo a la realidad de los tiempos. Las Cámaras de-
ben expresar la idea de la política como diálogo y la negociación como méto-
do de trabajo.
Lamentablemente y especialmente en la última década la función del
Parlamento en el Estado de partidos ha sido objeto de duras críticas, un autor
Manuel Ramírez en su obra Siete Lecciones y una Conclusión sobre la De-
mocracia Establecida se refiere “(...) al peligroso riesgo de la doble legitimi-
dad : parlamento y opinión pública que puede llevar a la guerra abierta entre
quienes creen defender, unos, intereses fuera del legislativo y quienes por el
contrario, creen haber monopolizado esa defensa dentro del mismo. Entonces
es cuando de verdad el divorcio resulta alarmante tanto para la subsistencia
del estado social y democrático de derecho cuanto para la misma estabilidad
del sistema democrático”
9
.
Esta es la traducción del populismo que presenta bajo nuevos formatos
los eternos resabios en contra del pluralismo y la libertad política. La Demo-
cracia no puede prescindir del órgano legislativo, tampoco del sistema de par-
tidos, el Estado constitucional expresa su legitimidad por medio de la repre-
Ernesto Cordeiro Gavier
20
sentación popular en el marco de una división de poderes que debe reflejar
las virtudes originales de los controles y equilibrios y que cada poder tenga
fuerza suficiente para imitar a los demás, no obstante que la doctrina clásica
aparece actualmente como irreconocible ante la pujanza del Ejecutivo. En
nuestro tiempo, partidos y medios de comunicación actúan como centros de
gravedad de un sistema en el cual el Legislativo ha pasado de la omnipoten-
cia al desconcierto. Sea como fuere, garantiza mejor que ninguna otra institu-
ción la convivencia en libertad. En síntesis, la realidad exige que la teoría po-
lítica sea capaz de asumir y descifrar la naturaleza mediática del régimen que
nos ha tocado vivir, sin aceptar que se cuestionen los principios seculares del
régimen representativo, no hay tercera opción, la otra alternativa sería el au-
toritarismo.
5. Democracia y Partidos Políticos
Se ha dicho que los partidos políticos son organizaciones que transitan
por la difusa frontera que une o separa al Estado y a la sociedad de nuestro
tiempo. Desde las críticas de Rousseau y las reticencias del individualismo li-
beral, la actitud del Estado hacia los partidos ha pasado por cuatro fases: opo-
sición, ignorancia, legalización e incorporación. Los partidos son sin discu-
sión sostén de la Democracia contemporánea y desarrollan su actividad en un
marco jurídico ambiguo, con más sombras que luces, donde no es fácil deter-
minar con nitidez su naturaleza, funciones, derechos y obligaciones. Sea
como fuere, los partidos ocupan el primer plano en la Democracia constitu-
cional de nuestro tiempo, tras superar largo tiempo de reticencias y persecu-
ciones. Si bien el Estado constitucional en virtud de los principios estructura-
les que le son inherentes especialmente la libre competencia por el poder, que
terminó por superar las prevenciones antipartidistas del Puritanismo liberal.
La posición de los partidos en estados autoritarios y totalitarios se hacer im-
posible, porque expresan un conflictivo pluralismo social, pero los totalitaris-
mos, autoritarismos y ciertas tendencias populistas actuales, sin discutir ahora
estos conceptos siempre imprecisos en sus formas históricas, ha dirigido su
hostilidad hacia aquéllos. En efecto, el Estado total hace que el partido deje
de ser parte de una unidad más amplia y que se identifique con el todo, a tal
efecto se exaltan partidos amparados en una concepción comunitaria y no so-
cietaria cuya relación institucional e ideológica con el poder del Estado varía
según los casos.
El carácter de los partidos políticos como fuerzas políticas orgánicas y
complejas está fuera de discusión, como así también cierta tendencia oligár-
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
21
quica de su estructura que siguiendo la teoría de las élites de Mosca y Pareto,
fue formulada como “ley de hierro de las oligarquías” por Mitchels, cuestión
todavía debatida por los teóricos actuales. Es bien sabido que la principal exi-
gencia impuesta a los partidos en un sistema democrático, es que su estructu-
ra y funcionamiento respeten el principio de la democracia interna. Es tam-
bién sabido que muy pocos responden a este modelo, la realidad nos muestra
que los partidos centro y eje de la vida democrática carecen de democracia en
su propio seno, toda vez que sus congresos periódicos son más bien reunio-
nes de funcionamiento intermitente y con escasas probabilidades de controlar
a su órgano ejecutivo. En realidad los partidos funcionan como círculos con-
céntricos de poder, bajo el control del aparato que determina las listas electo-
rales intocables, si son cerradas y bloqueadas, encarga las funciones más rele-
vantes a los legisladores fieles y sanciona a los disidentes. En nuestra
experiencia mayoritariamente la oposición interna no tiene relevancia, los ór-
ganos de gobierno se limitan a ratificar las propuestas de los líderes y los afi-
liados sólo cuentas para aclamar a los vencedores.
En cuanto al programa es fácil constatar que el mismo ha pasado de
ofrecer una concepción global de la sociedad y de las cuestiones nacionales e
internacionales a plantear un conjunto de propuestas coyunturales dejando
siempre un amplio margen discrecional al líder para su adaptación a las nece-
sidades reales.
Otra cuestión a debatir es lograr una distinción nítida entre los partidos y
las ahora denominadas organizaciones de intereses. La doctrina clásica afirma
que los partidos pretenden alcanzar y ejercer el poder, mientras que las orga-
nizaciones de intereses se conforman con influir en dicho poder. Con tal ob-
viedad la teoría tradicional quedaba satisfecha, actualmente el nivel de exi-
gencia es mucho más alto, tan es así que existen gran cantidad de partidos
con remotas posibilidades de alcanzar el poder. Sólo unos pocos partidos en
la actualidad pueden aspirar con algún fundamento a ganar elecciones, el res-
to o bien son simples agrupaciones de carácter testimonial o su actividad se
orienta a la influencia en la opinión pública, con objeto de ser tenidos en
cuenta mediante negociaciones formales e informales en el proceso de adap-
tación y ejecución de las decisiones políticas, generalmente referidas a mate-
rias específicas y sectoriales.
Los partidos políticos son indispensables y ningún país libre puede
prescindir de ellos. No hay alternativa a los partidos como reflejo del plura-
lismo inherente al sistema democrático. Si bien las críticas que reciben sue-
len ser merecidas, las propuestas de solución resultan poco convincentes.
La teoría política debe mantener la atención en cuanto a crítica del sistema
y propuesta de soluciones, pero ha de ser consciente de que sólo las pers-
pectivas realistas y prudentes cuentan con alguna posibilidad de ser útiles
Ernesto Cordeiro Gavier
22
para mejorar la calidad del estado de derecho. Por otra parte, una reflexión
análoga es aplicable a los mecanismos participativos de moda en la actuali-
dad. Quienes expresan mayores exigencias a los partidos actúan normal-
mente influidos por una mentalidad que no simpatiza con la democracia, no
obstante, es verdad que el contraste entre la retórica y la acción llega a ser
particularmente notable. Por una parte ciertos sectores de la sociedad inter-
pretan las desavenencias internas como prueba de debilidad y no como sano
ejercicio del debate entre opciones diversas y por otra se critica el liderazgo
de las élites dentro del partido, pero lo consideran un requisito previo para
demostrar su capacidad si le llega la hora de gobernar a la sociedad.
Cabe analizar asimismo a la sociedad de masas y la influencia de los
medios de comunicación que imponen también sus exigencias. Los mensa-
jes se simplifican y cada vez importa más el perfil mediático del candidato.
Las encuestas, sondeos y otras manifestaciones, resultan determinantes para
establecer el rumbo de la orientación política de quienes aspiran a ejercer el
poder. Los partidos se han convertido en catch all, expresión de moda que
más allá de su estricta traducción al español nos sugiere “partidos que lo
atrapan todo”. Así la ideología queda reducida a su mínima expresión y los
compromisos son tan genéricos que admiten cualquier interpretación. La
clave reside en no provocar rechazo, de este modo da lo mismo que el ciu-
dadano vote con entusiasmo o con indiferencia porque todos los sufragios
valen lo mismo. Aunque a ciertos sectores fuertemente radicalizados les
cueste entenderlo, el resultado electoral en las democracias modernas se de-
cide según el voto fluctuante que tiende a situarse en un centro poco defini-
do y que funciona por impulsos y preferencias coyunturales.
6. Democracia y gobernabilidad
Se advierte que la sobrecarga del Estado actual puede afectar la propia
legitimidad del mismo y en definitiva del propio sistema democrático. Los
sistemas democráticos deben aceptarse en una doble legitimidad: la legal
racional y la legitimidad basada en la eficacia. Es así que los problemas de-
rivados de la referida sobrecarga afectan no sólo a la legitimidad eficacia
del estado democrático como también a la propia legitimidad legal-racional.
Una respuesta insatisfactoria a las demandas sociales provoca inevitable-
mente el déficit de legitimidad del Estado. Ante este desafío el Estado tien-
de a apropiarse de nuevas funciones, y la respuesta inadecuada a tales fun-
ciones aumenta el déficit de legitimidad, provocando consecuentemente,
por una parte una gran concentración de poder en manos del Estado y por
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
23
la otra una inevitable disminución de la capacidad de los ciudadanos para
controlar tal poder. El interrogante a plantear es cuál es la consecuencia de
la falta de respuesta satisfactoria a los problemas que implica la sobrecarga.
Es decir, si supone ello la pérdida de la legitimidad ya existente o si refiere
a una incapacidad para responder a un aumento de legitimación que las
nuevas funciones del Estado requieren. Debemos advertir que utilizamos el
concepto Estado en un sentido amplio, como expresión del poder político,
al margen de cuál sea su forma jurídico-política concreta. Analizamos el
Estado en su doble concepción de Estado social y Estado nacional, consi-
derando que el mismo está sufriendo profundas transformaciones tales
como el creciente crecimiento y concentración del poder político en manos
de determinados grupos y una disminución del control por parte de los ciu-
dadanos, la consecuencia de ello es el debilitamiento de la Democracia en-
tendida como medio de controlar el poder de los que gobiernan. Se advier-
te un amplio consenso en la necesidad de establecer alternativas a la
presente situación con el objeto de poner freno al deterioro de la legitimi-
dad, en lo que no existe consenso es en determinar cuál es la alternativa
más adecuada.
7. Reconstruir el Estado de Bienestar
Pensamos que es preciso distinguir dos problemas relacionados entre
sí, uno es el mantenimiento y desarrollo del estado de bienestar y el otro es
el relativo a la gobernabilidad de los actuales Estados democráticos. En tan-
to que el primero es un problema de índole estructural en el que intervienen
aspectos sociales, económicos y políticos, el segundo es un problema políti-
co institucional. Las respuestas a la crisis del estado de bienestar son de ín-
dole muy diversa y puede contemplarse entre dos soluciones extremas; pri-
mero, la disminución forzada de las demandas, segundo, el reforzamiento y
mejora del estado de los servicios. La primera, con algunos matices, es la
solución a la que tienden los grupos neoconservadores, es decir, el manteni-
miento formal de la estructura de los sistemas democráticos, pero funda-
mentada sólo en su legitimidad legal-formal, eludiendo en cierta medida el
factor eficacia. Al no establecerse controles democráticos adicionales a la
cada vez mayor asunción de funciones por parte del Estado se produce así
un importante desequilibrio entre el poder del Estado y la participación y
control por parte de la sociedad civil. Ante el déficit de legitimidad del es-
tado de bienestar se añade un déficit de legitimidad de la Democracia tradu-
cido por la pasividad y aún ausencia de los ciudadanos en la toma de deci-
siones políticas.
Ernesto Cordeiro Gavier
24
Desde una perspectiva de izquierda, se sustenta la idea de la sustracción
del poder del Estado para distribuirlo en el seno de la sociedad civil. Enten-
demos que tal solución implica un gran riesgo atento al gran desarrollo de las
corporaciones en la sociedad moderna provocando la posibilidad de que el
poder se concentre en las mismas, quienes lo ejercerán con menos controles y
garantías que el Estado.
Esta alternativa se encuadra en la obra de Robert Nozick quien reinter-
preta la teoría contractual de John Locke en defensa de un Estado mínimo y
se opone a la tesis de Rawls, quien defiende desde una perspectiva liberal el
estado de bienestar en torno a la teoría de la justicia distributiva. Nozick con-
sidera que “un Estado mínimo limitado a las estrictas funciones de protección
contra la fuerza, el robo, el fraude, el incumplimiento de los contratos, está
justificado, cualquier otro Estado más extenso violará los derechos de las per-
sonas y resulta injustificado”
10
.
Las alternativas citadas cuestionan el estado de bienestar. Desde la dere-
cha, por considerar que origina problemas de sobrecarga tanto en el aspecto
económico, (inflación), como político (ingobernabilidad). Desde la izquierda,
por considerar que además de ineficaz y represivo constituye un instrumento
de estabilización y no de transformación de la sociedad capitalista. Frente a
estas opiniones, estimamos que existen otras alternativas que tienen como ob-
jeto el mantenimiento, la mejora y desarrollo del estado de bienestar. Tales al-
ternativas se sustentan en la idea de que la legitimidad del sistema democráti-
co se fundamenta no sólo en criterios de legitimidad formal sino también en
criterios de eficacia. Se trata de establecer actitudes y estrategias capaces de
compaginar, por una parte la necesariamente cada vez mayor asunción de fun-
ciones, y por la otra, la posibilidad de que los ciudadanos ejerzan un control
efectivo de tales actividades. Desde un ámbito estrictamente político, la alter-
nativa debe incidir en la importancia de una profundización de la Democracia
como factor de control de las nuevas formas y contenidos del poder. Para ello
se deben establecer nuevos mecanismos de control y participación capaces de
limitar, influir y decidir en las funciones que como consecuencia del desarro-
llo y complejidad actuales corresponde realizar al Estado. La Democracia no
supone sólo mayor participación en los procesos políticos sino también una
forma de constituir poder. El desarrollo tecnológico y científico puede dar lu-
gar en teoría, o bien, a una sociedad programada por centros de poder ajeno a
los ciudadanos (burócratas y tecnócratas), o bien, a una sociedad participativa.
Así para que la sociedad se incline por uno u otro modelo se deberá buscar
vías democráticas y alternativas adecuadas a las nuevas realidades.
10
NOZICK, Robert. Anarquía, Estado y Utopía. Bosie Books. New Cork, 1974.
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
25
11
PÉREZ DÍAZ, Víctor M. Sueño y Razón de América Latina. Política, Cultura y So-
ciedad Civil en la Gran Transición. Editorial Taurus. Madrid, 2005.
12
LACLAU, Ernesto. Hegemonía y Estrategia Socialista hacia la Radicalización de
la Democracia. Editorial Siglo XX. Madrid, 1987.
8. La Tentación Populista
Consideramos al Populismo como una corriente de actitudes demagógi-
cas en la sociedad de masas. Ya lo manifestamos, el Populismo presenta bajo
nuevos formatos los antiguos resabios contra el pluralismo. Constituye un pe-
ligro para la Democracia constitucional, porque relaja la calidad de las insti-
tuciones y tensa hasta el límite los alineamientos políticos en el seno de la so-
ciedad. Nos refiere un autor Pérez Díaz en su obra Sueño y Razón de
América Latina que “(...) la tentación populista pende en una América Latina,
a medio camino entre el sueño y la razón”
11
. La mayor parte de América La-
tina desde hace más de una década, ha instrumentado profundos cambios po-
líticos, como consecuencia del arribo al poder de sectores referentes de la iz-
quierda y centro izquierda. El Estado reestableció políticas activas con su
protagonismo en las estructuras económica y social. El fenómeno más llama-
tivo lo constituyó “la Revolución Bolivariana” que predicó Hugo Chavez en
Venezuela, insuflado de un nacionalismo radical, bajo un manto izquierdista.
La consecuencia inmediata fue la implantación de un estilo caudillista de go-
bierno con fuerte concentración de poder y absoluto desprecio a las reglas ju-
rídico-institucionales.
Pero más allá del nacionalismo de izquierda, que Chavez lo denominó
“socialismo del siglo XXI”, que Ernesto Laclau legalizó con la palabra “po-
pulista”, movilizó a vastos sectores ubicados en la periferia del sistema, en
Sudamérica debemos reflexionar sobre una larga tradición caudillista y movi-
mientista y en nuestra propia realidad nacional
12
.
El nacionalismo de izquierda que se asoció al revisionismo histórico y a
figuras como Arturo Jaureche y Scalabrini Ortiz, se intronizó en una amplia
tradición argentina y concibió su trayectoria como una lucha permanente en-
tre un campo popular y lo que se designó peyorativamente como “partidocra-
cia liberal”. Esta tradición movimientista divide las aguas entre nacionalistas
y liberales y rescata la idea de la revolución en democracia a la cual acepta en
parte como el derecho al sufragio y al legislativo al cual intentan convertir no
en órgano de control y limitación sino en un simple instrumento para refren-
dar las decisiones de un ejecutivo cada vez más poderoso. Esta revolución
nacional no se detiene en cuestión de formas republicanas ni formalidades ju-
Ernesto Cordeiro Gavier
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diciales o en la libertad de expresión. Así es que se permite violar muchas
normas democráticas que se consideran frenos para una causa mayor, y aún
se considera que el flagelo de la corrupción es una cuestión menor frente a la
épica de la construcción de un país independiente.
Pensamos en una Democracia con sentido opuesto, con la plena vigencia
del pluralismo y funcionamiento de los pilares de aquélla según lo expuesto.
Es preciso rescatar los principios liminares que insuflaron las grandes co-
rrientes liberales, es decir, como filosofía política surgidos de las grandes re-
voluciones francesa y norteamericana.
Si bien debemos reconocer el desprestigio del término liberal en Améri-
ca Latina en general y en nuestro país en particular, cuando algunos sectores
instrumentaron políticas ineficaces y corruptas, muchas veces en complicidad
con dictaduras cívico-militares, no obstante ello, no sólo las experiencias de
las social democracias europeas sino también muchas realidades de nuestra
Latinoamérica como Chile, Uruguay, Brasil, han logrado amalgamar el pro-
greso y la libertad.
Conclusiones
Sabemos que el gran proceso de expansión de los sistemas democráticos
en los últimos años ha producido el hecho que la Democracia se haya conver-
tido al menos formalmente en un valor universal. No obstante, también sabe-
mos que los sistemas democráticos son frágiles y por ello su existencia se ha-
lla sometida a riesgos constantes que provienen tanto del seno de los propios
sistemas como de sus enemigos externos. Sin despreciar la importancia de ta-
les enemigos podemos afirmar en el momento actual y en lo que se refiere a
los sistemas democráticos ya consolidados, entre ellos el nuestro, los princi-
pales retos y desafíos no provienen tanto del exterior como de su propia es-
tructura y funcionamiento.
Vivimos la situación paradójica en la que la aparente fortaleza de la De-
mocracia consolidada contrasta con la debilidad interna de la misma. Estima-
mos de vital importancia dar respuesta al desfasaje actualmente vigente entre
las nuevas realidades sociales y el viejo orden político. Pareciere que actual-
mente se está optando con carácter general por mantener la defensa de una
vieja normalidad manipulando el funcionamiento de antiguas instituciones y
estructuras que poco tienen que ver con lo que corresponde a una Democra-
cia sustancial. Pero tampoco promover la sustitución de los males del plura-
lismo del estado de derecho y el sistema de partidos por los defectos de la
Los desafíos institucionales de la democracia postmoderna
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Democracia directa, lo que constituiría un camino erróneo. Los amantes de la
libertad política debemos contemplar con prudencia aquellas propuestas no
siempre bien intencionadas y que tienden a sustituir aquél por otro tipo de es-
tado plebiscitario y autoritario.
Ernesto Cordeiro Gavier